ATMÓSTERAS DE TENSIONES

Sergio Payares
La obra pictórica de Sergio Payares forma parte de ese espléndido y angustioso momento de la cultura cubana que se consolidó a mediados de los años 80.

El llamado “nuevo arte” marcó un momento de inflexión en la tradición plástica cubana en la medida en que consiguió redefinir los ámbitos temáticos y proponer una nueva mirada hacia el valor semántico de los lenguajes artísticos. Y es la incursión desenfadada y crítica sobre una realidad social e individual enmascarada por la retórica ideológica la que impulsó la emergencia de formas cuestionadoras en la expresión estética.

En el caso particular de Payares, el trabajo sobre el referente está centrado en una dimensión antropológica que se interroga sobre la existencia humana, el desplazamiento y la identidad, los mitos, el cuerpo fragmentado y los símbolos espaciales de una sublimada terrenalidad. Estos elementos temáticos aparecen codificados en formas recurrentes que, aún en sus más elaboradas metamorfosis, revelan una acentuada transparencia. Se trata de imágenes—símbolos como la casa, la cruz, la silla, la palma real, el barco, Las cabezas, Las piernas, la luna o el ojo que al mirar protege. Muy alejado de cualquier intensión narrativa, Payares construye todo un universo de figures solitarias e ensimismadas, en ambientes visuales carentes de un referente espacial específico. Quizás la técnica utilizada por el artista contribuya a crear esas atmósferas de silencio y aislamiento en el que Las imágenes son trabajadas con un gran sentido de planimetría, en composiciones llenas de tensión y sobre fondos abstractos. La técnica es muy personal: en el proceso de preparación del cartón o la tela la superficie es “manchada” de diferentes colores y cubierta con una película de blanco hueso que aún húmeda es trabajada con el buril de modo que el dibujo va saliendo entre veladuras por Las que se filtran diversos colores y tonos. Esos efectos visuales y esas texturas contribuyen a crear un sentido de irrealidad e intemporalidad muy sugerente en términos visuales.

Una buena parte de Las obras de este artista se caracterizan por una vocación matérica que utiliza Las texturas como señales del paso del tiempo, como registros desdibujados de la memoria o como formas simplificadas de un lenguaje originario hecho de espirales, marcas y trazos. En esta atmósfera de extrañamiento abandon Las figures aisladas y fragmentadas, con sus cuerpos en posición de espera, marcados con rayas de diversas tonalidades que parecen recurrir a esa antigua metáfora de que la piel es la cárcel del espíritu.

Desde la serie Exodo, Payares representa la idea de la fragilidad del ser a través de imágenes construidas con una deliberada simplificación. El dibujo tiene más que ver con un prototipo abstracto de hombre —rostros impersonales, seres asexuados, frágiles estructuras— que con un ser humano de detallada fisonomía. Las casas o los barcos son signos funcionales de esa condición humana que se mueve entre la seguridad aparente de la espera y la partida incierta. De un modo señalado, la pintura de Payares ha ido transitando hacia una concepción en donde la idea predomina sobre los valores tradicionales de la forma y en donde el diseño adquiere más relevancia estructural que cualquier tipo de figuración.

En la obra Azúcar para el santo que mira todo Payares reúne y amplifica el aspecto simbólico de algunos motivos que definieron su obra desde los inicios. No es casual que los recuadros de figures sentadas sean elementos previamente pintados e incluidos posteriormente como parte de un collage que adquiere un particular valor de síntesis. En esta obra, la trascendencia del misticismo cristiano está integrada a la inmanencia de la meditación terrena no sólo a escala de Las imágenes sino también en el enunciado de los textos escritos. Esta tendencia conceptual, de elaborado y elegante diseño, aparece desde otra perspectiva en la serie Las estacas en donde la noción de lo telúrico y de lo que se clava en la tierra como señal y como nuevo arraigo revela también su lado de misterio.

En la obra de Payares, los temas del desplazamiento y de la identidad, del encierro y de la partida han ido cediendo lugar al gran tema de la comunicación humana. La experiencia de Miami, con su amalgama de culturas, hábitos y tradiciones, así como la propia vivencia del exilio, han hecho que el artista se replantee la idea de socialidad desde un nuevo contexto humano y tecnológico. En el aspecto formal, los fondos han ido ganando en significación hasta alcanzar el mismo valor expresivo de Las figures y de los elementos gráficos. Es un proceso de decantación y de síntesis en donde el concepto alcanza esa paradójica dimensión de complejizar el significado simplificando los elementos. El propio artista me comentaba hace un tiempo “me interesa revelar con elementos mínimos una espiritualidad que llega a traspasar Las barreras geográficas y sociales. Yo trato de crear una atmósfera de tensiones en el espacio que le dan un sentido dramático a los actos de relación humana, a Las diferentes formas de comunicación”.

Esa “atmósfera de tensiones” en la obra pictórica de Sergio Payares ha sido un desafío a Las ortodoxias conceptualistas. Logra comunicar ideas de un alto vuelo reflexivo usando un tipo de lenguaje artístico que conserva toda la magia y la capacidad para el placer sensible característico de la expresión estética.

JORGE DE LA FUENTE, profesor titular Escuela de Letras, Universidad de La Habana
JORGE DE LA FUENTE, profesor titular Escuela de Letras, Universidad de La Habana